27 de diciembre de 2008

Infusiones aromáticas

1.
Café de invierno.


No volveré a pensar en blanco.
No confiaré nunca más en tus manos sepia.
Algo le has puesto a mi café.
Me arrebatan pantanos de invierno,
si no hago huracanes de mi boca.

No estás.
Tengo el diario en la silla de enfrente.
El mozo ya me levantó tres veces el paraguas.
Algún chico habrá dibujado un corazón en el vidrio.
Subo el volumen de mi walkman para no escuchar tus latidos.
Tengo el tick de morderme el labio inferior antes de mirar la crema.

Llueve.
Pasó un 46 escupiendo gasoil.
Mastico tus labios pegados al borde de la taza.
La señora que come sopa inglesa no deja de mirarme.
Le molesta mi talón acompañando a Nick Mason.
Quizá crea en mi epilepsia chicle.

Miro el fondo del pocillo.
Azúcar de espumas crepitantes.
Como el sabor de tu muslo, tus labios,
tu clítoris, tus labios, tu muslo.
Sabor a café y mermelada.
No volveré a pensar en blanco.
Algo me has puesto en el café.
Que ahora quiero llorar.

2.
Manzanilla de otoño


Paró el chaparrón.
Entraste descalza con los zapatos en la mano.
Seguís abrazada a tu pulóver.
Abrasada de marca de cuello.
Seguís, feliz, sin saludarme.
Te preparo una manzanilla.
No intento cobijar tu cuerpo enajenado.

Te miro, rodeando con tus palmas la taza.
Tu perfil, tus cabeceos,
tus sonrisas colgadas de arco iris.
Repasando ritos de otras sábanas.
Travesuras que intuyo y no conozco.
En brebajes intensos que sólo vos percibís.
Siempre me formulás la misma pregunta.
Te doy la misma respuesta.

La puerta se abrirá.
Hasta que se rompa la llave.
Luego, te la regalaré y saldré a la calle.
Husmearé como perro solitario los jardines felices.
Quizá las palomas se espanten.
Y comience otra agonía de amor.

3.
Mate de verano


Músculo joven.
Pose de pensador derrotado, buscando respiro.
Tapar los huecos, clavar la alfombra, revocar el baño.
Viniste con el mate dentro de un jarro.
Te miré la sonrisa.
Toqué el machimbre.
Agradecí al universo.
Te escondiste detrás de una pollera.
Raro.
Nunca te vi tomar mate.

Otro rechazo más.
Se te desbuclizó el pelo.
Cambiaste algunos dientes.
Estiraste los huesos.
Hay retratos que me faltan.
La de ese mate embrujado que no vi.
Que te provocó amnesia.
Que ya no recordás quien soy yo.

4.
Té de primavera


Por fin se desbordó el vaso.
Gotas de limón, azúcar, tinta y baba.
Es un té extraño aroma a pino.
Pava que silba, bombilla que atraganta.
¿Quién es esa niña de alas de parapente?

Fue una pluma de cóndor, creo,
en una de esas tardes, en que trepaba,
con las uñas de los pies, las montañas.
Caí en helicoides desde la altura hasta tus pies.
Te hiciste a un costado.
No me alzas, ni me pisas.
Y permanezco reptado.

Hasta que un loco me sopla armonías,
verso final, escape al infierno,
me exigís que desidealize,
corporizo y te desagrada la elección.

Huelo tu piel sólo de saludos.
Mis manos quietas, como siempre.
Mi máscara impasible, como siempre.
Mis celos resignados, como siempre.
Mis ojos desorbitados, como siempre.

Pero esta bien.
Quiero tu enojo.
Tu té para otro.
Tu cuerda de guitarra que no pulsaré.
Una forma,
simples delirios,
de creer que mis poemas no te son indiferentes.

2001

Ghettos sudacas

Nunca pases por un ghetto sudaca,
no te detengas ante el semáforo,
ni lo cruces a plena luz.

Allí,
decimos en los quinchos,
sólo hay ladrones, borrachos,
violadores y prostitutas.

Son vagos que no conocen
Orlando ni París.
Hijos sin padre que vuelan
de coca y Poxiram.

En los bunkers sudacas,
en cambio,
(rejas, vigiladores y láser),
radica la esencia de la raza,
los futuros perpetuados en bronce.

Fortalezas elevadas de estirpe,
(cuentas suizas, narcodólares,
coimas parlamentarias)
Prohombres que escribiremos la historia
(deudas que pagan otros,
corrupciones, tortura).

En los ghettos sudaca,
cuidado,
viven esos salvajes,
enemigos de la civilización,
ignorantes que no conocen a Friedman.

Supersticiosos que tapan
los agujeros de sus chozas,
con fotos de Jesús, Evita, el Che y Maradona.

Se les ve en la piel su pobre ascendencia,
(quechua, aymará, querandí,
comechingón, guaraní, charrua,
africana, baja italia, lejana andalucía)
cuando se acercan a limpiarte el parabrisas,
pedirte una moneda con un crío en brazos,
con su olor a porro y vino en caja,
con su espalda doblada de madre de 13 años.

En los quinchos deliberamos,
por suerte,
luego del hoyo 18,
asado y whisky importado,
como deshacerse de ellos.

Ya no necesitamos
su mano de obra barata,
su carne de cañón
en guerra libertadoras,
y sus votos nos cuestan
cada día más empanadas.

Ha de ser urgente.
Andan cortando rutas,
instruyéndose sobre el valor de un libro,
la importancia de la solidaridad,
su inalienable dignidad de estirpe humana.

¿Que discurso al pie de la Bastilla es ese?
Otra vez esos subversivos
marxistas,
intelectuales,
pastores
y sotanas jóvenes,
que se internan en sus aguas servidas,
les apagan sus televisores
les rompen sus hipodérmicas
sólo para confundirlos,
hablándoles de otro mundo
posible y distinto.

Pero vos,
encuchá nuestros noticieros.
No te detengas en una villa,
(sólo quieren tu auto
y el cuerpo de tu hermana)
No mires sus montañas de cartones reciclados,
(las cambian por merca,
que nosotros les vendemos).
No compres sus cobros por indemnizaciones,
(justa paga por negarse a la esclavitud)

Tené en cuenta,
imberbe estúpido,
que si no seguís estas verdades,
como a tus padres,
te haremos desaparecer.


2003

14 de diciembre de 2008

Champagne agrio

Champagne agrio

Abrí la puerta del modular,
ese cuerpo solitario,
que alguien me regaló,
y puse sobre dos cajones.
Pobre y digno decorado.

La botella sigue allí.
Esa me la regaló Karina,
para poder brindar,
algún día,
con alguna Ella,
no imposible,
no virtual.

Karina también tiene un imposible,
pero no ha evitado desayunos,
príncipes de alfombras voladoras,
desayunos en Buenos Aires,
Montevideo,
Mallorca,
Rótterdam,
Dortmund.

Un mundo de favorita a sus pies,
que no ha podido comprar su corazón.

Por eso está allí,
esclava de un teléfono,
vendiendo,
agendando,
abonando,
con el sticker pegado
con un número particular.

Dice que lo marcará,
cuando yo le mande un mail,
contándole que descorché la botella.

Desafío de amigos.

¿Románticos o cobardes?
En algo parecidos y diferentes.

En algunas mañanas,
cuando yo marco salida
y ella entrada,
ella contándome de sus sueños,
yo todos los nombres de mi agenda vacía
(mis dedos desanudándole
cuello y espalda);
a mí me gusta darle consejos;
(esos que nunca sigo)
incitándola a pulsar las teclas,
a que me mire como espejo.

Espero no haga lo que yo,
en mi boca los silencios;
y el champagne
agriándose en la botella.


2003

La niña del teléfono

Hora del almuerzo.
La puerta se cierra,
se descuelga el tubo,
que nadie interrumpa.

La niña del teléfono siempre está allí,
sólo está on line con mis sentimientos,
comprende mis delirios de viejo tonto,
mezclamos nuestras historias platónicas,
ambos sabemos que quizá
no son tan platónicas como pretendemos.

Ella, a veces,
se esconde como yo,
a llorar bajo las sábanas.

La niña del teléfono
me dice, se enoja, se ríe;
que ese,
que le digo distraído y ensimismado,
no es su nombre;
ella no tiene seudónimos.

La niña del teléfono
se quita la máscara,
a la hora del almuerzo,
sólo para mí,
porque con historias tan diferentes,
tenemos la misma pena.

La niña del teléfono
terminará el rollo,
me entregará tres fotos,
quisiera ponerlas en mi escritorio,
antes de que me vengan a buscar.



2003

sel kumple de la Karina