30 de octubre de 2008

Leo

Le estalló el sol en las manos,
y no pudo verlo,
la noche lo robó,
cuando su propia luz lo cegaba.

Buscando luz, éxtasis, paz,
hallo humo, golpes, flash.
Adelantó el reloj miles de horas,
y fue al encuentro del tiempo.

Entendió el universo,
las nieves, las aguas, el cielo.
No pudo al cemento, las gomas, el suelo.

Al ver que su gemela se esfumaba,
en los desiertos de sus sabanas,
descubrió un abismo hueco.
Por eso se fue a dormir,
pues estaba cansado.

Escuchó muchas voces,
hombres, Lucifer, Dios,
santos, brujas, cualquieras,
no escuchó, ¡Papá!,
que tanto deseaba.

Despidió a quienes lo ataban,
rogó perdón a quien más amaba.

Dejo el lápiz,
giró la espalda,
estiró su mano,
para alcanzar a su Hada.


1990

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