Estuve, casi, por subir al tren,
las cadenas apenas se movían,
pero temí manchar mis zapatos
con los vacíos de un reloj,
y arrancó llevándose mis sueños.
Estuve, casi, por gozar de la vida.
Ella tenía una vulva batiente,
y su ritmo de vapor encendido.
Mucho vértigo.
Y se marchó llevándoseme dos hijos.
No puedo quejarme...
o sí, puedo, pero no debo,
los durmientes fueron mis huesos.
Quizá la noche
que siempre se apiada
traiga de regreso
un cuarto de mis genes
y pueda abrazarlos.
2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario