25 de noviembre de 2008

Hijo, no pases la puerta

Wellcome, my son,
wellcome to the machine.




Hijo,
no pases la puerta.
Quizá mi ausencia haya sido tu lucha.
Mis números tu horóscopo.
Tu boca tan cerrada como la mía,
para mandarme toda la fruta,
y tu corazón tan sensible.

No te quiero blando,
te quiero duro.
Pero te quiero duro,
así de sensible.

Duro para rescatar las sonrisas de las rocas.
Montarte al cenit de los molinos.
Atronar en los lomos de los dragones.

Para no creer,
como nosotros,
que apedreando los carteles de Coca-Cola,
arrodillaríamos al capitalismo.

No quise faltar en tus noches de cuentos.
Quise abrazarte en los fantasmas de los bosques.
Ni sé que personaje de la tierra media te identifica.

Pero ya no es tiempo de fantasía.
La máquina te espera.
Dispuesta,
aceitada,
caliente,
para absorberte,
deglutirte,
disciplinarte.

Ya ha pasado sobre mi cadáver,
o sobre mi pecho cobarde,
es lo mismo.

Arrebatando la piel de mi generación.
Generación cruzada de contradicciones.
Desapareciéndole uno a uno sus sueños,
Mintiéndole sobre el orden de la casa.
Robándole,
uno a uno,
cada pañuelito
que habían bordado las abuelas.

Terminaron con nosotros.

Ahora,
el tiempo está cumplido,
peces donde vacas,
fuego donde cabras,
muerte donde esperanza,

Ellos que no han podido cumplir sus propios anhelos,
libertad, igualdad, fraternidad,
que no encuentran la mano invisible
que trae pan,
ahora,
van por ustedes...
van por vos.

Quizá haya sido la misma máquina,
la que me amputo las manos.
No estas manos
que te palmean la espalda.
Las que se insertan en la lucha.

Aunque me niegue a regalar
mi plusvalía,
mi decencia,
mi alma.

Pero sin coraje,
sólo poniendo la espalda,
al látigo,
al barrote,
al reloj.

El pistón aplasta,
comprime,
roba.
Y eso es tu hambre.

Mi rodilla doblada de terror,
disminuye el valor de nuestro trabajo,
y aumenta sus poderes de sometimiento.

Al menos te queda el rock&roll,
mi única herencia rebelde

No creo que Francisco, Mahatma y John te denoten algo.
Tendrás,
supongo,
tus propios héroes.
Para enfrentarte al patíbulo
de las instituciones.

Contradicción elemental al cruzar una puerta.
No es lo mismo leer un libro mágico,
escuchar un cd épico,
que comprar una hamburguesa.
La Cajita Feliz trae
pasta de gusanos,
humo de Napalm,
huevos de serpiente.

Se nutre de Aparatos Ideológicos,
se calienta con tumbas sin nombre,
se vende con sonrisas de candidatos.

En cada Track-Track de plástico
detrás de una ingenua firma,
reside su intangible malla,
nuestro Amén cotidiano.

Sólo mi deseo de padre...
no te devore la máquina.

No hay comentarios: