23 de noviembre de 2008

Poéticamente hablando

Poéticamente hablando,
se pueden decir muchas cosas.

Subirse a un cerro a declamar justicia.
Aferrarse a la espalda de los pterodáctilos.
Calcular las ápsides de Io.
Juntar los ojos de los peces abisales.

Metáforas de lo previsible,
calculable, imposible.

Puedo,
poéticamente hablando;
decirte palabras de fósforos,
para incendiarte las alas de serpiente emplumada,
bebiendote la gota densa,
que cae de la junta de tus mitades.

Puedo,
poéticamente hablando,
remover el smog de los bosques,
reflotar a Rainbow Warrior,
desactivar las ojivas de Arkansas,
alimentar los niños de Ruanda,
disminuir los suicidios de Estocolmo.

Puedo,
poéticamente hablando,
morderte la espalda,
aprisionarte el monte de tu nombre,
pidiendo que silbes “La cucaracha”.

Puedo,
poéticamente hablando,
colgarme como Superman,
de los alambrados de Gaza,
para que dejen de matarse.

Puedo,
poéticamente hablando,
recorrer tu mielina,
desde las ostras de tu mar,
dentritas, axones, sinapsis,
hasta tu bulbo raquídeo,
estallarte el cerebro de campanas.

Puedo,
poéticamente hablando;
pagar la deuda externa,
borrar la división internacional del trabajo,
colapsar el maldito capitalismo,
declarar libres a las Iraníes.

Puedo,
poéticamente hablando,
subirme a un colectivo en Villa Lugano,
y descender en el Museo Frida Khalo,
con mi yerba, mi bombilla y mi mate,
preguntar por tu templo,
y dejar mi piel en ofrenda.

Poéticamente hablando,
claro.
Puedo decir: Te amo,
que nadie me lo va a creer.


2003

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